31 de enero de 2014

blue

  Fue la colisión perfecta. Como cuando estas en lo alto de un acantilado y te zambulles de cabeza en el mar helado. Sin pensarlo dos veces. Sin haberlo planeado.
  A veces volver a la realidad, decir la verdad, es eso, el choque de tu piel templada por el sol, con el agua salada y helada que parece meterse por cada uno de tus poros, congelándote las venas y con ello, la capacidad de sentir. De sentir algo aparte de frío y dolor.
   Y una vez que todo tu cuerpo esta sumergido y se aclimata a el frío, te das cuenta de que, de hecho, te has quitado un gran peso de encima; sientes un gran alivio y una grata purificación.
   Por unos segundos fue doloroso y angustioso el frío del agua y la falta de oxígeno, pero después... después el sentimiento de liberación fue superior a lo anterior.


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