Mientras
me embuto la parka gris, veo en la estantería El clamor de la montaña, era un cómic de mi padre, bastante simple,
y que nunca llegué a leer entero. “¡Adiós para siempre! Tu sacrificio no ha
sido en vano, Yu. ¡Ahora mi deseo de venganza ha muerto!” La última burbuja de
diálogo me ha dado una fuerza esperanzadora descomunal. Si tenía alguna duda,
ya no la tengo. Siento que mi padre me infunde ánimos desde dónde este. Ya no
hay vuelta atrás. Meto algunas cosas más en la maleta, me hago una trenza y
cierro la puerta de mi habitación. Me detengo. No puedo irme sin él. Vuelvo a
entrar. Cojo El Decamerón, y de entre
las páginas saco su foto. La única foto que me dejó sacarle y la única cosa
suya que guardo. No mentí cuando dije que nunca había sentido amor; lo que
sentía por él era algo superior a eso. Nunca pude explicarlo con palabras y él
lo entendía –el sentía lo mismo, o eso creía-, una mirada, un beso, una
caricia, un arañazo o una carta quemada. Cualquier cosa, menos las palabras,
podían explicar lo que teníamos. Era idílico, irreal, perfecto.
5 de mayo de 2015
6 de abril de 2015
state that one refuses to admit the truth or existence of;
A veces me pregunto qué se sentirá al llegar
al borde de la felicidad. Al tocar con tus labios el éxtasis de la
satisfacción, de la realización personal. Es decir, una vez que tienes todo lo
que querías, ¿qué sientes? Quizás nunca puedas alcanzar ese estado y por eso
nunca sabemos lo que pasa. O quizás lo que ocurre es que cuando alcanzamos
nuestro momento de mayor esplendor y somos completamente felices no nos damos
cuenta y, luego, al mirar atrás, recordamos todo lo que hemos perdido y nos
damos cuenta de que fueron unos años dorados que no supimos aprovechar, o algo
así. No lo sé.
Ahora mismo soy más feliz de lo que nunca
pensé que sería, y aún así sé que podría ser muchísimo más feliz. ¿Qué nos
frena en estos casos? Puede que sea el hecho de que cuanto más felices seamos
durante un determinado lapso de tiempo, más difícil nos será sobrellevar la
vuelta a la normalidad una vez que se pase el chute. Y por eso actuamos siempre
con cautela. Protegiéndonos con un escudo, que a veces se rompe –pues es de cristal-
y nos hiere, marcándonos de por vida.
Me da miedo
que mi momento “de mayor esplendor” ya haya pasado, y que a partir de ahora mi
vida vaya decayendo como el Imperio Griego a partir del V a.C. ¿Será mi vida como una etapa artística en la
que el decaimiento de ese tipo de arte no implica que vaya a peor, sino que
significa el surgimiento de un nuevo florecimiento? ¿Significa que después de
la etapa pésima que he vivido, ahora estoy en mi etapa de florecimiento y esto
desembocará en mi momento de esplendor? Tampoco lo sé. Ahora eso no me preocupa
Suscribirse a:
Entradas (Atom)