6 de abril de 2015

state that one refuses to admit the truth or existence of;

     A veces me pregunto qué se sentirá al llegar al borde de la felicidad. Al tocar con tus labios el éxtasis de la satisfacción, de la realización personal. Es decir, una vez que tienes todo lo que querías, ¿qué sientes? Quizás nunca puedas alcanzar ese estado y por eso nunca sabemos lo que pasa. O quizás lo que ocurre es que cuando alcanzamos nuestro momento de mayor esplendor y somos completamente felices no nos damos cuenta y, luego, al mirar atrás, recordamos todo lo que hemos perdido y nos damos cuenta de que fueron unos años dorados que no supimos aprovechar, o algo así. No lo sé.
     Ahora mismo soy más feliz de lo que nunca pensé que sería, y aún así sé que podría ser muchísimo más feliz. ¿Qué nos frena en estos casos? Puede que sea el hecho de que cuanto más felices seamos durante un determinado lapso de tiempo, más difícil nos será sobrellevar la vuelta a la normalidad una vez que se pase el chute. Y por eso actuamos siempre con cautela. Protegiéndonos con un escudo, que a veces se rompe –pues es de cristal- y nos hiere, marcándonos de por vida.

     Me da miedo que mi momento “de mayor esplendor” ya haya pasado, y que a partir de ahora mi vida vaya decayendo como el Imperio Griego a partir del V a.C.  ¿Será mi vida como una etapa artística en la que el decaimiento de ese tipo de arte no implica que vaya a peor, sino que significa el surgimiento de un nuevo florecimiento? ¿Significa que después de la etapa pésima que he vivido, ahora estoy en mi etapa de florecimiento y esto desembocará en mi momento de esplendor? Tampoco lo sé. Ahora eso no me preocupa

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